viernes, diciembre 01, 2006

Manolo estuvo aquí.


Lo ví escrito con rotulador grueso, hace unos días,en uno de los muros de El Escorial: Manolo y Miriam estuvieron aquí el 6-8-93. Ignoro quiénes son los tales Manolo y Miriam, y por qué el hecho de que estuvieran allí y no en otro lugar merecía ser inmortalizado ensuciando estúpidamente un edificio venerable. Sin embargo, basta con echar un vistazo a nuestro alrededor para comprobar que a cantidad de personas armadas con rotulador, spray u objeto punzante, el hecho de estar en tal o cual sitio les parece suficiente como para que el resto de los mortales nos enteremos de su nombre o de sus opiniones.
Nada tengo en contra de la libertad de expresión. Pero amo algunos edificios, edificios que son parte de nuestra historia, que si no la cuidamos nosotros no lo van a hacer los franceses.
Por eso me fastidia sobre manera cuando voy a su encuentro y veo q golpe de spray o rotulador, los nombres e impresiones, o impresiones de individuos anónimos que maldito lo que me importan.
Hay gobiernos que subvencionan exposiciones de grafitis, y me parece muy bien pero de ahí a lo escrito.
La cultura, creo, es un todo común que no se parcela en patrimonio de uos o de otros, y lo que atenta físicamente contra cualquiera de sus manifestaciones no se llama cultura, sino barbarie. No hay justificación alguna para el hecho de que unas piedras, un edificio, un cuadro, un lugar, hayan sobrevivido a los siglos y a los hombres, y de pronto llegue alguien con su spray y nos cuente con letras de dos palmos que a él Zapatero se la machaca, que Volkswagen está en lucha, que José Antonio presente, que si los curas y frailes supieran, que si llámame, o que el imbécil de Manolo y su prójima estuvieron aquí. Todas esas cosas son opiniones pero no cultura.
Y que las pongan en mi conocimiento utilizando la facha da de la catedral de Burgos, un fresco románico, el Parque Güell o el pedestal de Felipe III, es algo que me repatea el hígado. En ese tipo de cosas, soy absolutamente conservador. Incluso reaccionario: suelo reaccionar con profundo cabreo.
Todos tendríamos que para a esa gente, todos como ciudadanos y en algunos casos hacerlo también como políticos.
No se trata de que le pidan a uno el carnet de identidad cuando va a comprar un bote de pintura, ni de que la Benemérita aplique la ley de fugas a los virtuosos de la rotulación callejera y clandestina. Pero sí me encantaría, por ejemplo, tropezarme un día a Manolo con lejía y estropajo de alambre, dale que te pego a la fachada de El Escorial. Sentenciado a un mes de trabajos forzados, brigada de limpieza por haber sido sorprendido, in fraganti, en el acto de comunicar al mundo que acababa de honrar con su presencia.
Vá por tí, Arturo.

1 comentario:

El baron rojo dijo...

En lo que respecta a tu artículo no puedo estar más de acuerdo con tu opinión.

Creo que la única forma de prevenir las pintadas está en la educación, el respeto y la cultura, valores difíciles en los tiempos que corren.

Suerte con el blog.