jueves, marzo 05, 2020

La batalla de las mil noches.

Sentada a un lado de la mesa sus manos tiemblan involuntariamente. Aprieta fuerte sus manos al darse cuenta que la impaciencia la corroe.
Intenta evadirse, engañar su pensamiento, quitar hierro a su cuerpo presente en aquella fría consulta.
Tantas veces ha estado allí y mil veces más le parecerá incómoda. 
La espera es eterna, como las mil pasadas. Eterna como la noche anterior, simulando un sueño a ojos cerrados. Pasando mil veces por su historia, imaginándose su final, siempre el mismo y repetitivo final.
Quizás no nos vemos en un final feliz, quizás hemos sido engendrados para lo peor. Para ser infelices, para vivir un sin vivir.
Quizás sea premoritorio, quizás preparatorio, necesario o incluso beneficioso.
De una forma u otra llevaba viendo el mismo guión infinidad de veces. En ese mismo instante lo divisó otra vez. El mismo final.
Podría ser otro, distinto, bueno, feliz. Pero no, una vez más no fué así.
Cuánto tiempo llevaba allí sentada?. Horas para su mente, minutos para su cuerpo.
Su cuerpo.
Denotaba restos de batallas perdidas, un espacio abierto donde los dos ejércitos lucharon, luchan, encarnizadamente por una victoria que es cara. Los dos bandos con un mismo cuartel. Una vida.
Su pelo débil y escaso.
Su cara huesuda y agotada.
Sus ojos cansados y sin brillo.

A su espalda se abrió la puerta, y el aire del movimiento le recorrió la espalda como si de un glaciar proviniese. Premonición.

Adela, habéis ganado. Has vencido.