martes, septiembre 04, 2018

Vida de historia, novela de ficción

Se encontraba donde la última vez lo dejó, en su lugar habitual.
Acarició la portada y buscando la marca pasó su mano otra vez por el mismo sitio. Ya sin un sentimiento buscado, pero  más suave aún. Instintivamente.
Aquel groso lo había sumergido en una historia tan diferente, tan desconocida.
Una historia fantástica, con siglos entre cada mundo. Entre cada vida.
Su lugar lo proporcionaba el hábitat perfecto para su disfrute. Lo buscaba, lo cuidaba, aunque le ataba a ése rincón. Ningún otro sitio sería el lugar perfecto.
Ese lo era.
Su adecuada luz, insuficiente para unos, demasiada para otros.
La fuente de calor a la izquierda.
Cómodo.
El fuego era vivo, con hambre, para no molestarse en alimentarlo durante un buen rato.
Separó las dos partes y retiró la marca.

Algo llamó su atención, algo que había pasado por alto.
Se incorporó con lento paso y ya con la vista puesta sólo en el objeto que llamó su atención.
Un jarrón que aunque algo vistoso no destacaba por su belleza, más bien sería una baratija pensó.
Al acercarse aún más se detuvo.
Saco de su bolsillo una linterna y la evidencia era clara.
La casa estaba impoluta, limpia y ordenada como no esperaba otra cosa de la familia que allí habitaba.
Pero, se les olvidó retirar los enseres para limpiar el polvo, no había sido a fondo.
Un semicírculo antes del jarrón lo certificaba.
Ayudándose con la linterna intentó empujar el jarrón, sólo sopesarlo.
Al instante supo que una gran parte del caso estaba resuelto.
Se cambió de mano el haz de luz y se sacó de la gabardina un teléfono móvil.
- Paul, encontré el arma.

Le requerían en la salida, con su nombre a gritos.
Apartó una tela que usaban a modo de puerta, cortina e incluso muro, y salió al exterior.
Un ensanche donde se encontraban sus hijas en torno al fuego que asaba la cena.
La voz, la viva voz, la de su mujer que con pánico en los ojos señalaba sendero abajo la aproximación de unos jinetes.
Sin orden, una orda sin distintivos ni color.
Sólo el color negro, sólo el color de la muerte pensó.
Los bárbaros se aproximaban a gran velocidad ....

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