sábado, enero 13, 2007

El soldado Peláez

Bº Los Pajaritos, Granada, 1994

Recuerdo exáctamente el momento en el que oí su voz. No era caracteristica o diferente al resto para mí, en cualquier caso la extraña en ese lugar sería la mia propia. Pero por azar o por suerte, luego se confirmaría, me dí la vuelta y allí me lo encontré.
Un muchacho algo regordete, pelo ya canoso y un poco más bajo que yo. De alegres movimientos y mirada risueña. Allí estaba yo sólo rodeado de grupos a los que yo no pertenecía, grupos de amigos o recién conocidos que entre risas levantaban mucho alboroto. Pero entre toda la gente, el tumulto que allí se concentraba, se acercó a mí.
Se puso a mi lado, me miró y como si de un látigo se tratase me soltó una pregunta que necesité de unos segundos para poder entenderla.
- ¿ Tú no eres granaino ?.
Rápida, y con el hilillo de voz que tan diferente hace aquella tierra de nuestro castellano.
Mi respuesta era evidente, pero no necesaria.
- Pollas, tu eres "munciano".
La cuestión en esos momentos que pasaba por mi cabeza era el saber por que se había acercado precísamente a mí, y al único en mi especie.
- Te he visto ahí tan sólo ...., y digo que pollas !!!.
Ya iban dos.
El destino parecía que estaba de copas por allí cerca, dicho sea de paso no dejen de visitar el Bº Pescadería.
Esa misma tarde, y al hacernos formar, el mismo destino quiso que nos llevaran al mismo cuartel.
Allí nos tuvieron sentados denuevo en una explanada y cuando me dí cuenta lo tenía a mi lado.
- Me has caido bien munciano-, me decía.
Cosa rara porque cuando hablaba con él se partía de risa.
Allí estabamos dos buenos amigos entre 1500 muchachos, dos amigos que se conocieron 30 minutos antes.
Desde entonces y ya en nuestro destino para el resto de servicio. Compartimos salidas, desayunos, escapadas, borracheras y demás. Hasta de su mano me vino la primera calada a un porro, la primera y ya no recuerdo más.
Todo tenía que llegar a su fin, eso estaba claro. Todo el que me conoce sabrá que soy muy blando, que las lágrimas se me van fácilmente, sobre todo con mi familia y mis amigos.
Recuerdo nuestra despedida tras la fiesta organizada a la salud de la compañía.
Al darnos el compacto abrazo sentí una humeda gota que caía por mi cuello. En ese momento con mi muñeca derecha sequé la mia.
Aún le doy las gracias por acercarse a mí y sacarme de donde estaba. ¿ El por qué lo hizo ?, nunca se lo pregunté.
Estubimos en contacto por carta. Hasta que unos dos años después dejó de escribir. Llamé a su casa por teléfono y no contestaba nadie. Así durante una semana. Se perdió el contacto.
Un día en el trabajo, un año después, una frase que era de lo más normal en mi trabajo sonaba distinta en ése momento.
- Llénalo hasta que se salga, que pollas !!!
Desde entonces nuestros teléfonos no se han perdido. Hoy me ha vuelto a llamar.

2 comentarios:

El detective amaestrado dijo...

Creo que eso es lo único interesante que me perdí al no hacer la mili, conocer mas gente...

A. J. Zaragoza. dijo...

vaya tela, bonita historia, y difícil mantener una amistad así ,pero como siempre la mejor gente te la encuentras donde menos te esperas.