Desde donde me encuentro diviso el tiempo pasado.
Veo fotos y recuerdos. Veo mi vida en lo más alto, por no decir en el ecuador.
Y me hace pensar en mi juventud siendo padre y ahora en mi madurez desempeñando lo mismo.
Recuerdo la energía que emanaba de mí, suficiente para satisfacer a mi hija hace 17 años.
Y recuerdo todo por un comentario que hice hace unos meses en los que me encomendaba a mi familia, en ese mismo momento como en aquellos aún peores. Son mi espina dorsal.
Bien que lo consiguen, el paliar mis preocupaciones y el cuestionarme o ponerme a prueba mi propio juicio y principios.
Pero.
Está claro, lo cumplen.
Pero el padre del 2018 no puede almacenar tanta energía, mi condensador está obsoleto ante la nueva máquina.
Es inagotable.
Me absorbe.
Increíble.
Dedicación máxima.
Te quiero hija mía.
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